El
encuentro de hoy, a través de las palabras, es con el escritor Pablo De
Santis: El día que le dijeron "usted es un escritor", decidió
creerlo... ¡Lo bien que hizo, y lo mucho que se lo agradecemos!...
¡Gracias
Pablo de Santis por compartir con la Infinita desmesura, una parte de
tu tiempo, y del mundo de palabras que habitás y te habitan!... Aquí, la
entrevista:
“Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”, decía Borges… Comentaste en algunas entrevistas que en casa
de tu familia había una biblioteca llena de novelas policiales, y que, en los
largos veranos, te leías una novela por día…
Esas novelas, ¿eran novelas que leían tus
padres o que habían comprado para vos? ¿Qué hallabas en esas novelas que te
apasionaban al punto de comenzarlas y terminarlas en un mismo día, y al otro
día ir por otra?
Eran novelas de mis padres. Había libros de Agatha Christie, de
Simenon, de Gaston Leroux. También estaba La historia de San Michele, un libro
que fue muy popular hace décadas, escrito por el médico sueco Axel Munthe. Y
muchas cosas bastante originales, como los cuentos de Robert Bloch, el autor de
Psicosis, o La especialidad de la casa, de Stanley Ellin, uno de los mejores libros
de relatos de policiales de todos los tiempos. Esa pasión por la literatura de
género nunca me abandonó.
Esas novelas que leíste cuando chico, ¿Influyeron
más tarde en tu escritura?
Creo que los libros que leí de adolescente influyeron mucho más
que los que leí después: me dieron la idea de que contar una historia era
contar algo extraordinario, no un hecho común, cotidiano. De alguna manera
quedé preso de esa idea.
Si mal no leí por allí, Los cuentos de Bradbury fueron, en parte, los que te
impulsaron a escribir, ¿Qué particularidad de esos
libros constituyeron ese impulso?
Bradbury sabía unir el mundo de la experiencia con el de la
imaginación; por más que hablara de viajes espaciales, los aspectos humanos –y
su propia vida- estaban siempre presentes.
Eso está muy bien señalado por Borges en el hermoso prólogo que escribió para
Crónicas marcianas; decía Borges que veía, en el Marte imaginado por Bradbury,
la vida de su pueblo natal, el tedio provinciano.
¿En qué momento sentiste encontrar tu propia voz como
escritor?
No sé. Pero
cuando publiqué mi primera novela, El palacio de la noche, le regalé uno de los
ejemplares a Homero Alsina Thevenet, gran crítico de cine uruguayo y amigo de
juventud de Onetti. Trabajábamos en la misma editorial, la vieja editorial Abril,
y a veces almorzábamos juntos, a pesar
de la diferencia de edad. Y un día entró a la redacción de Radiolandia, donde
yo trabajaba y me dijo: Usted es un escritor. Y se fue sin decir más. Decidí
creérmelo.
¿Tu trabajo como escritor está en lo que escribís,
y en lo que finalmente está listo para ser leído por otros, o está en la “en la
invención de razones” para que eso que escribís sea leído por otros?
La escritura verdadera es la última; no los borradores y los
planes desmesurados, sino el resultado final, lo que decidimos dar a conocer. Porque
lo que tiene sentido es sólo lo que pertenece al ámbito de la decisión. Escribo
mucho más de lo que publico, pero creo que lo que realmente escribo es lo que
publico.
En tus inicios, trabajaste en historieta, a partir de haber ganado un concurso como guionista en la Revista Fierro, iniciada
en 1984, ya tiempos democráticos. ¿Qué recuerdos tenés
de la Revista en aquel entonces y de aquella experiencia como ganador del
concurso?
Para mi fue muy importante ese concurso. Me conecté con el mundo
de la historieta (y sigo vinculado a ese mundo), conocí a las grandes figuras
de la historieta argentina e hice muchos amigos como Juan Sasturain, Marcelo
Birmajer (que era muy joven), Juan Lima, el dibujante Max Cachimba… Fue a partir
de Fierro que conocí personalmente a escritores como Mario Levrero o Ricardo
Piglia. Las notas que escribían Angel Faretta o Rodrigo Tarruella sobre cine me
marcaron profundamente (de hecho el cine que más me gusta es el de los años 80
y los 90: John Carpenter, Brian de palma, John Landis, el Drácula de Coppola)
Llegaste a ser jefe de redacción de esa revista. ¿Qué
sentiste cuando, en una de las crisis que atravesó nuestro País, esa revista
cerró y que sentiste cuando supiste de la vuelta de esta revista, editada por
Página 12 y dirigida por Juan Sasturain, en la que publicaste “El hipnotizador”, ilustrada por Juan Sáenz
Valiente?
No me preocupé cuando cerró: me parecía que había cumplido un
ciclo y yo también quería hacer otras cosas. Y me alegró mucho cuando volvió a
la vida de la mano de Juan Sasturain, y con una nueva generación de autores.
En un video te vi mostrar, rescatar de tu biblioteca el libro “Mort Zinder”,
que Héctor Germán Oesterheld, hizo junto
a Alberto Breccia. ¿Qué importancia reviste ese
libro para vos?
Mort Cinder es una de mis historietas favoritas. Está impecablemente
escrita, y el dibujo es impresionante. Además yo coordinaba esa colección de
clásicos de Colihue y escribía los prólogos y las contratapas.
¿Creés que la historieta sería un género interesante de
ser incluído como material de lectura en las escuelas? ¿Por qué creés que cuesta
tanto su incorporación?
La historieta enseña a “mirar” y es un género óptimo para cruzar
conocimientos literarios con habilidades plásticas. Además es un género que los
alumnos pueden escribir y dibujar sin mayores dificultades técnicas y sin
dinero de por medio. Es el arte más barato que existe. No sé muy bien por qué
cuesta tanto aceptarlo en la escuela. La historieta enseña a ordenar una
historia en su dimensión temporal, pero también a ordenar los elementos de la
narración en el espacio.
Eduardo Mallea, dirigió una colección llamada “Cuadernos de la quimera”, de la
cual tenías todos los tomos menos el primero, que había sido prologado por Borges.
Ese primer tomo lo tenía Juan Sasturain, y te lo regaló… Como lector de
aquella colección, ¿que sentiste finalmente al completarla?…
Es lo único que coleccioné con alguna perseverancia. Me encantan
esos libritos. También me regaló alguno Elvio Gandolfo, un relato de Henry
James, La humillación de los Northmore… Hace unos años Emecé volvió a sacar
algunos títulos, sin mayor éxito, lamentablemente.
Dijiste alguna vez que te gustan las constricciones en la escritura, es decir moverte
dentro de las formas, que el genero
policial trae la idea de la forma, de la trama, las poéticas de la constricción, que produjeron a Navokov, a
Perec, Borges, Calvino… me corregirás si no fuera así, y si lo fuera, ¿por qué te gusta moverte dentro de esas formas en la
escritura?
Me gusta, como escritor, tener una idea clara del artificio que
hay en un texto literario… Todos los escritores que enumerás tuvieron muy en
claro que no hay una especie de verdad o valor en la espontaneidad, sino que
todo en literatura está en relación con la forma, y que la forma, lejos de ser
lo “artificial” y lo ajeno en contra del
contenido y lo propio, es lo más íntimo del escritor. Es importante el efecto
de naturalidad en un relato, pero ese efecto viene después de un intenso
trabajo.
Dirigiste las colecciones para lectores adolescentes "La movida" y
"Obsesiones", de Ediciones Colihue, ¿Cuál
era la principal característica de esas colecciones?
Las dirigía en el pasado: hace años que no salen libros. Pero
ahora va a salir una novela de Enrique Butti, La fuerza de la gravedad, que es
extraordinaria. Un relato que está dentro de la literatura fantástica y que
muestra una especie de viaje mental por un mundo donde el tiempo se ha
detenido. Tanto en Obsesiones como en La movida hubo una apuesta por el mundo
del los géneros, por separar la literatura juvenil de la infantil, y por darle
lugar a la ilustración “historietística”.
Se estrenó la película “El inventor de juegos”, ¿Qué
significó para vos haber escrito este libro? ¿Viste la película, que te
pareció?
Escribí ese libro hace más de diez años. Fue uno de los libros
que escribí más rápido, sin un plan detallado, por eso tiene algo de onírico.
La película, que es maravillosa, mantiene esa fidelidad al mundo de los sueños.
Las escenas más difíciles de filmar fueron conservadas, al contrario de lo que
indicaría el sentido común, y eso le dio a la película un aire de extrañeza y
complejidad. Me quedé muy impresionado con el trabajo del director, Juan Pablo
Buscarini.
¿Sentís como Bioy Casares, que “parte de tu amor a
la vida se lo debés a tu amor a los
libros”?
Puede
ser, pero aún sin los libros amaría la vida de todas maneras.
Muchísimas gracias por la entrevista, por la generosidad de las
palabras compartidas.-
Ivanna Rosselli
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Acerca de Pablo de Santis

Trabajó como guionista para el programa de televisión "El otro
lado", de Fabián Polosecki, y para la
miniserie de televisión "Bajamar,
la costa del silencio", dirigida por Fernando Spiner.
Recibió el Premio al Mejor Guionista otorgado
por la Revista Fierro (1984), el Premio "Los destacados de ALIJA"
(1993), y el Kónex de Platino de Literatura Juvenil (2004).
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