Los invito a que se asomen a este libro que canta en la voz de su autora, Yolanda Reyes... con ilustraciones de Cristina López, en una producción estética y poética que se combina en una polifonía de sentidos...
Editado por Alfaguara, “El libro que canta”, con ilustraciones de Cristina López, vuelto a contar por Yolanda Reyes.-

“mientras pasan los días junto
retazos de palabras y canciones, ¿recordarás sus ritmos cuando
vengas?... No importa: escucha su rumor...”, empieza diciendo la voz
materna a quién aún no llegó y sin embargo, ya está acunándose con
palabras, ya está la trama del lenguaje construyéndose en cada retazo.
Letras que se engarzan una a otra, se entretejen, conformando el primer
sostén...
Giran las canciones, como discos, como trompos, como
rondas, como se mueve una niña o un niño que llegan del amor y de la
luna, un niño o una “niña de agua” circulando en el universo materno.
Y, entre canciones, se contarán los orígenes antecesores de donde vienen
todos los inventos madre, las manos que tejen, lo hilos que bordan
nombres, mientras las “cuentas” suman las horas que hilvanan sueños con
esperanzas:
“las horas que tiene el día
las he repartido así:
nueve soñando contigo
y quince pensando en tí”
las he repartido así:
nueve soñando contigo
y quince pensando en tí”
El capítulo 1 corta la espera con la llegada, y entonces la voz madre,
como una barca, meciéndose entre luces y sombras, acoge, arrulla y
nombra.
De corazón a corazón, sístole y diástole, vaivén que mece al recién llegado, al compás de la memoria.
Canciones de toda la vida, nanas de ultramar, canciones de otras tierras, arrullos y hasta una receta llena de poesía para dormir.
De corazón a corazón, sístole y diástole, vaivén que mece al recién llegado, al compás de la memoria.
Canciones de toda la vida, nanas de ultramar, canciones de otras tierras, arrullos y hasta una receta llena de poesía para dormir.
Entre palabras, el capítulo 2 cobra cuerpo. Las historias caben ya en
una mano diminuta, trazan huellas en la piel, preparan el terreno para
los cuentos. “Caminitos de palabras” surgirán de creaciones colectivas,
juegos tradicionales, historias mínimas del cancionero popular,
historias para bañarse, peinarse, historias para amasar y hasta
historias de postre, servidas de a “cucharaditas”, para saborear.
Si algo falta, hasta aquí, es “jugar por jugar” inaugurando el capítulo
3, habitado por juegos de la memoria poética, juegos de todas las
infancias, de rondas y de nunca acabar...
Porque los lectores,
justamente, nunca quieren que los libros se acaben, tal vez el capítulo 4
sea lo mejor que nos pueda pasar “Contar y nunca acabar”.
Porque en la vida, la autora da fe, todo se puede contar y cantar. Porque las historias no se acaban. Porque las palabras están. Y nos acompañan una y otra vez, del derecho y del revés...
Porque en la vida, la autora da fe, todo se puede contar y cantar. Porque las historias no se acaban. Porque las palabras están. Y nos acompañan una y otra vez, del derecho y del revés...
Retahílas, antiguas letanías para invierno y verano, historias de amor, y un “Conjuro” final que Yolanda Reyes nos regala junto con toda la herencia poética que este libro alberga en las voces de poetas de distintos lugares y épocas: Federico García Lorca (Español), Jorge Rojas (Colombiano), Aurelio Arturo (Colombiano), Amado Nervo (Mexicano), Eliseo Diego (Cubano); los versos de un hermoso poema cedidos por Ana Belén y Victor Manuel y los actuales aportes de la pedagoga musical Carmenza Botero (Colombiana).-
Sobre todo, este libro rescata y pone a salvo del olvido, de las
grandes pérdidas, “la memoria oral de muchos hombres y mujeres que nos
precedieron y que nos fueron labrando un cauce de palabras”...
Este libro que canta es la memoria vuelta a contar por Yolanda Reyes,
que suma su voz – e invita al lector a sumarse – al coro de la memoria.
Porque allí anidan “esas voces que el tiempo no puede quitarnos, que nos
hacen sentir siempre en casa: envueltos y resguardados en un nido de
palabras”
Sumo entonces mi voz lectora, me hago coro, memoria,
infancia entre las páginas de un libro que me devuelven a mi maestra de
jardín cantando “aserrín, aserrán...” o abriendo la ronda con “juguemos
en el bosque, mientras el lobo no está”, para que cuarenta alumnos
animaran el círculo y desafiáramos el miedo animados a preguntar “¿lobo
estás?”... O papá, a punto caballito, haciéndome viajar “al paso, al
trote, al galope...”, finalmente serán los pájaros saliendo de la boca
de mi abuela “estaba la pájara pinta/ sentada en su verde limón/ con el
pico cortaba la rama/ con la rama cortaba la flor/ ¡Ay, ay, ay! ¿Cuándo
vendrá mi amor?...”
Y termino, sí, en el conjuro final, para no
olvidar esas voces, y para no olvidar que es cierto que lo que Yolanda
Reyes nos dice en el "Conjuro" que tenemos. Sí. Y que no, que no. Que no lo voy a
olvidar. Nunca lo voy a olvidar.
Claro que, para conocer ustedes, lo que el conjuro asegura, tendrán que ir por el libro, disculpen, no lo puedo revelar…
Ivanna Rosselli
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