“… la literatura no es el lugar de las certezas, sino el territorio de la
duda. Nada hay más libertario y revulsivo que la posibilidad que tiene el
hombre de dudar, de ponerse en
cuestión.”
María Teresa Andruetto, “Hacia una literatura sin adjetivos”
Dijiste
alguna vez “Escribo para comprender, o tal vez buscando ser comprendida. Camino
de conocimiento para mí y también tal vez para quien me lee, palabras que
pueden despertarnos como a la durmiente princesa de uno de mis cuentos”... ¿De qué o hacia qué necesitamos aún despertar?
Pienso que hacia un
mayor grado de conciencia, de sensibilidad, de experiencia. Un buen lector es
también, como dijo Oscar Masotta del escritor, una conciencia dialogando con el
mundo.
Dice Roland Barthes, que escribir en el placer, no asegura al escritor la existencia del placer de su lector, pero que es preciso buscar a ese lector, “rastrearlo”, sin saber dónde está, porque entonces se crea un espacio de goce. No es la "persona" del otro lo que se necesita, sino el espacio, la imprevisión del goce: ese lugar donde las cartas no estén echadas sino que haya juego todavía… ¿Es imaginando ese espacio que se escribe?
Seguramente para cada
hombre o mujer que escribe eso ha de ser diferente, en cuanto a mí no es tanto
al posible lector lo que imagino, sino la escena que pide ser narrada, una
escena que me perturba o me interroga y que, en el camino de escritura, intento
comprender. Si logro algo de eso, si de verdad algo de eso sucede en el camino
de escritura (asunto que es siempre imprevisible, misterioso), entonces ese
otro imaginario, ese que está tal vez al otro lado de la página, llega.
Publicaste el libro
de poemas "Beatriz", tomando palabras, a veces frases, de Beatriz
Vallejos, “barajándolas y dándolas de nuevo”… Dijiste que –además de ser
ella una poeta intensa y delicadísima– representa en buena parte el modo en que
vos concebís la poesía’. ¿Cuál es ese modo?
Bueno, ella es una
poeta periférica, una poeta de lo mínimo, sentí en ese sentido mucha
comunicación con ella, con su palabra. Pienso que es predominantemente así
también mi poesía (lo doméstico, lo pequeño, un tono menor), aunque quizás no
sea así todo lo que escribo, porque me gusta explorar diversas zonas y creo que
mucha de mi narrativa va por otros caminos.
Sigo con más
palabras de Beatriz Vallejos: “Yo quería hacer algo que fuera legítimo, no una
innovación porque sí. Yo no quería “impactar” sino legitimar una voz”… ¿Es eso lo que hace una escritora puesta a escribir: ¿legitimar
una voz?
Lo decía en el sentido
de que me gusta explorar en las formas pero no me interesa la innovación por la
innovación misma, me interesa mucho el trabajo con las formas, eso sí, pero
siempre al servicio de algo más hondo que ellas mismas (soy un narrador que escribe sobre cosas más importantes que él,
decía Pavese…). No pretendo provocar cuando escribo, ni espantar a nadie, sólo
quisiera ir más hondo cada vez, eso nomás. Y para eso, entonces, exploro en el
lenguaje hasta donde me es posible, hasta encontrar la que creo es la mejor
manera de llegar a esa profundidad que busco.
Otra cosa que dice
Vallejos, es que “el primer principio de la dignidad es ser libre, y ser libre
es existir poéticamente… ¿Cuándo escribís poesía,
corriéndote de otros géneros en los que podrías haberte quedado, sentís que
estás ejerciendo ese primer principio de la dignidad, la de ser libre, la de
existir poéticamente? ¿Implica la
exploración de los distintos géneros que hiciste y este volver cada tanto a la
poesía, entre otras cosas, un modo de ruptura de la homogeneidad y un modo de
resistencia ante la demanda de las tendencias del mercado?
Poesía o novelas, o
cuentos o libros para niños…, todo lo que he escrito, bien o mal escrito, ha
nacido de necesidades muy profundas. Nunca he escrito “para el mercado”,
tampoco la narrativa, he escrito cada vez para llegar a eso que necesitaba
comprender, pero claro, una vez escrito lo escrito, si me conforma lo que he
hecho lo ofrezco a algún editor y si el libro sale, apoyo su circulación, me
gusta que se lea, me gusta que circule, lo acompaño, me hago cargo de esa
palabra que he escrito, la reconozco propia. Creo que hacerse cargo de lo que
uno escribe es parte del ser escritor.
La última frase que
tomo de Vallejos: “...Ninguna ceremonia más simple y misteriosa que un puñado
de arena en las manos. Todo chico lo sabe. Tal vez no sabe que es una ceremonia
de enfrentarse con el infinito. Pero la realiza. Un
buen libro en las manos de un chico, ¿podría equivaler a ese puñado de arena?
Quién sabe, quizás más
que eso, porque un libro deja huellas, huellas más perdurables que las nuestras en la arena.
Dijo, hace tiempo,
Ema Wolf que “hay una sensualidad en el acto de leer que la escuela no acaba de
considerar”… ¿Cómo ves hoy la relación de las escuelas con la lectura y la
escritura?
Me parece que la
escuela es un espacio necesario para construir lectores, más que necesario,
indispensable. La escuela es el gran espacio de transformación social si
consideramos que debemos incluir más y más sectores sociales al conocimiento y
a la lectura. Tiene razón Ema Wolf en el sentido de que la escuela no siempre
considera ese encuentro sensual/individual del lector con el libro, pero puede
llegar a hacerlo con maestros que sean lectores apasionados, puede acercar de
ese modo libros a niños y jóvenes que no tienen ese espacio en sus casas.
Algunos de tus
libros como “El árbol de lilas”, “Solgo”, “Trenes”, han contado con el aporte
artístico de ilustradores… María Elena Walsh cuando refería a las fotógrafas
Sara Facio y Alicia D´Amico, las llamaba: “promotoras de la inquietud de la
mirada”, de “otro punto de vista”… ¿Podríamos pensar
en los ilustradores, hoy, como “promotores de la inquietud de la mirada?...
Los ilustradores son
artistas plásticos capaces de narrar con imágenes.
Hace un tiempo leí
un texto de Clarice Lispector, “Acordarse”, en el que dice: “Muchas veces
escribir es acordarse de lo que nunca existió. ¿Cómo lograré saber lo que ni
siquiera sé? Así, como si me acordase…” ¿Nos
permiten la escritura y la lectura con su dimensión de reescritura, construir
una “otra” memoria, la posibilidad de reinventarnos?
Nos permite imaginar
mundos posibles para poder luego volver a nuestros mundos y modificarlos,
valorar lo que tenemos o ir en busca de lo que no tenemos. También los relatos
que escribimos o leemos, nos permiten cohesionar nuestra identidad, contarnos a
nosotros mismos quienes somos, qué deseamos de nosotros mismos y de nuestro
lugar en el mundo. Y quizás muchas otras cosas que desconocemos, porque pienso
que el arte es a lo social lo que el sueño al psiquismo individual, una
condición necesaria para mantener cierto equilibrio, cierta salud.
Decía Atahualpa
Yupanqui: Los pueblos, los hombres se enfrían por ausencia de espíritu. Pero
estamos nosotros, con pedernal y yesca, con melodías y cantares, poemas y
reflexiones, alto desvelo y sueños de todo tipo, para entibiar las horas de
aquellos que no quieren congelarse todavía. ¿Frente
a qué nos ofrece reparo el abrigo de lo escrito?
Quién sabe, tal vez
frente a la soledad que a todos en mayor o menor medida nos habita.
Escribió Kafka en
1904 a su amigo Oskar Pollak -: “… creo que sólo debemos leer libros que nos
muerdan y nos arañen. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a
despertarnos como un mazazo en el cráneo, ¿Para qué molestarnos en leerlo?
¿Para qué nos haga felices, como dices tú? Cielo santo, ¡Seríamos igualmente
felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hacen felices
podríamos escribirlos nosotros mismos si no nos quedara otro remedio. Lo que
necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la
muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos
hagan sentirnos desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia
humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el
mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo. ¿Qué hubieras
contestado a esta nota, si hubieras sido la destinataria de Franz Kafka?
El habla de libros que
nos despierten. Creo que los buenos libros hacen eso en nosotros, despiertan
alguna zona dormida, anestesiada de nosotros mismos. Expanden nuestra
sensibilidad, nuestra experiencia, nos vuelven más humanos….
No
voy a preguntar acerca de la importancia de los premios que recibiste, puedo
imaginarlo. Pero a esos grandes reconocimientos, voy a sumar el de los
lectores… y entonces unas palabras de Doménico Cieri Estrada, “La literatura es
magia, es aparecer entre la gente sin estar físicamente, es entrar en las almas
sin tener que tocar la puerta”. ¿Imaginaste alguna
vez, cobrar esas dimensión mágica de estar entre la gente sin estar, entrar a
distintos espacios – incluso en otros países - sin golpear la puerta? ¿Cómo se
convive con esa magia?
No fui tan consciente
de eso por mucho tiempo, después si, empecé a ver cómo creía eso, por gente que
me escribe, me deja mensajes, me comenta algo, experiencias hondas de lectura.
Es, como bien decía, algo mágico, siempre lo vivo como un gran regalo, un
extraordinario regalo de la vida que, de todo lo que hay para leer, un lector
me elija, elija un libro que he escrito yo.
Miro
mi casa, pienso en Pizarnik cuando dice “el silencio es cierto. Por eso
escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla”…Estás
aquí, sin estar, María Teresa Andruetto. No golpeaste la puerta. Magia, dicen.
Magia, creo. Releo las preguntas, los apuntes, los libros – los párrafos que
marqué con resaltador y los que resalté con la mirada -. Los cierro, me sacudo
las manos, tengo arena. Ahora hago silencio, y espero.-
Gracias María Teresa Andruetto, por la magia, por la arena, por el fuego.-
Ivanna Rosselli.-
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Acerca de María Teresa
Andruetto:
María
Teresa Andruetto nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral, provincia de
Córdoba, Argentina. Es egresada de la carrera de Letras, de la Universidad
Nacional de Córdoba. Ejerció paralelamente el periodismo y la docencia en el
nivel medio y superior en diversas instituciones. Contribuyó a fundar y formó
parte del equipo docente y ejecutivo del CEDILI (Centro
de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil), Córdoba, secretaria
de redacción de la revista Piedra Libre - publicación especializada en
literatura infanto-juvenil del CEDILIJ – y miembro del consejo asesor del
PROPALE (Programa para la lectura/Universidad Nacional de Córdoba).-
Formo
parte de numerosos planes de lectura municipales, provinciales y nacionales y
equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa, acompañó
procesos de escritura con niños, adolescentes, jóvenes en riesgo social y
adultos y ejerció la docencia en los niveles medio y terciario.
Publicó
novelas, libros de cuentos, poemarios, ensayos y obras de teatro para adultos.
Para niños y jóvenes, Stefano, Veladuras, El anillo encantado, Huellas en la
arena, La mujer vampiro, Benjamino, Trenes, La durmiente, La serie Fefa es así,
El árbol de lilas, Agua cero, La niña, el corazón y la casa, entre otros…
Premios y
distinciones: Entre las lista de premios, distinciones, y
reconocimientos, el día 25 de agosto de 2012, la escritora María Teresa
Andruetto recibió
el Premio Hans Christian Andersen dentro del marco del 33º Congreso
Internacional de IBBY realizado en Londres.-
El premio Hans Christian Andersen, designado con frecuencia
como el "Pequeño Premio Nobel" de la narrativa infantil, es un galardón
internaciónal que concede, con frecuencia bianual, como reconocimiento a
una «contribución duradera a la literatura infantil y juvenil». Se
concede en dos categorías: autores e ilustradores/as.
El premio deriva su nombre del escritor danés Hans Christian
Andersen y los ganadores reciben una medalla de oro y un diploma de
manos de la reina de Dinamarca.
Además del galardón, se publica una «Lista de Honor» con una
selección de novedades de los dos años anteriores, seleccionadas por las
diferentes secciones nacionales de la institución, con el ánimo de
reconocer la excelencia en la ilustración y la literatura para niños y
jóvenes.
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