Historia y antología de la literatura infantil argentina
I
Los precursores.- El educador Domingo Faustino Sarmiento.- La obra
"(...) A mediados del siglo XX, a Domingo Faustino Sarmiento le preocupaba que los niños no leían hasta la adolescencia.
"En Buenos Aires - decía
-, que es donde la niñez es más desenvuelta en América, los niños de la
escuela no leen libros de ningún género mientras están en la escuela.
Algunos leen los diarios..., de manera que puede asegurarse que la
inteligencia del hombre está paralizada en América en cuanto a atesorar
datos y conocimientos hasta la adolescencia."
Carmen Bravo Villasante
inicia este capítulo de la historia de la literatura infantil en
Argentina, acercándonos la figura de Sarmiento (1811 - 1888), quien
señalaba uno de los problemas vitales de la educación de los pueblos, y
mostraba gran interés por la educación popular y la educación de los
niños, sobre lo cual consolidaría sus pretensiones en la creación de escuelas y bibliotecas escolares. Para ello, Sarmiento, viajó
por Europa y Norteamérica, para ver los Centros de Enseñanza y las
Bibliotecas, y todo lo que quería llevar a su país, obsesionado por el
deseo de educar a la infancia y a la juventud.
(...) "Desde su tribuna
de gobernante, ministro de Instrucción Pública que antes ha sido maestro
de escuela, y hombre de variada experiencia por destierros y
continentes, Sarmiento se preocupa detenidamente por la literatura
infantil.
En su informe titulado "Lectura sobre Bibliotecas Populares", y en su artículo "Cuentos para niños", Sarmiento, por primera vez en Argentina, piensa en la necesidad de libros para los niños" (...)
En su informe titulado "Lectura sobre Bibliotecas Populares", y en su artículo "Cuentos para niños", Sarmiento, por primera vez en Argentina, piensa en la necesidad de libros para los niños" (...)
Sarmiento, creyó fuertemente en el valor de las lecturas infantiles y juveniles.
"Se ha dicho que la
educación es mi manía - decía en una ocasión -. Las manías han hecho del
mundo lo que es hoy." Y en efecto, el germen de Sarmiento hace que hoy
pueda hablarse de literatura infantil argentina.
II
Mientras los grandes educadores inventan una literatura para niños, con retazos de aquí y de allá, hecha de extractos y resúmenes, alguna vez creando la obra perfecta, despojada de influencias europeizantes y norteamericanas, los niños argentinos leen lo mismo que los niños europeos, y especialmente que los niños españoles, lo que es natural, pues hasta 1816, fecha de la Independencia Nacional, todo lo que en Argentina se recibe viene de España.
Los niños leen fábulas de Iriarte y de Samaniego, Fedro y Lafonteine, alguna vez en versión argentina de Domingo de Azcuénaga, que publica en "El Telégrafo mercantil" (1801 - 1802), y las de Alejandro Real de Azúa.
Sobre todo los niños escuchan los relatos, tan difundidos de "Las Mil y Una Noches".
El escritor Ricardo Rojas, a los viente años, empezó a publicar en 1905, como folletín, en un periódico "El país de la selva", que dos años más tarde se publicó como libro.
La gracia saltarina de “La perdiz”, el vuelo casi invisible del minúsculo picaflor, la sorpresa del ataja- caminos, el descarado loro que sabe cantar un tango entero, el halcón pensativo y penetrante, la tórtola montaraz y el hacendoso hornero permanecen en el mundo infantil como pequeñas miniaturas animalísticas (…)
J. S. Tallón, en el pórtico de su libro, explica el título a los niños:
Rafael Jijena Sánchez publica su “Verso simple”, cuya simplicidad tiene más de estilización sabia que de ingenuidad. El maestro en contacto con los niños y el folklorista que recorre los campos y las provincias sabe cuánto disfrutan los niños con las rimas del folklore infantil. ¿Por qué no dárselas transformadas en obra de poeta?
Así escribe “La luna y el sol”, “Hilo de oro, hilo de plata”, que
La estudiosa y conocedora Dora Etchebarne establece la cronología de los
cuentos publicados en Argentina en su libro “El cuento en la literatura infantil”.
Ana María Berry es autora de “Las aventuras de Celendín y otros cuentos”. Con notable acierto la escritora comprende el enorme interés que tiene ambientar las aventuras de su joven protagonista en la Pampa y en la selva del inmenso territorio argentino. El elemento nativo da gracia a la narración, las consejas indígenas colorean el itinerario de la viajera Celendín. La autora escribe muy bien, con estilo sobrio y jugoso (…)
(Material extraído del libro "Historia y antología de la Literatura infantil Iberoamericana", de Carmen Bravo Villasante, Tomo I, editorial Doncel.- Madrid, 1964).-
II
Las primeras lecturas infantiles.- El folklore
argentino.- José Hernández y "Martín Fierro".- Los cancioneros.-
Cuentos y leyendas.-
Mientras los grandes educadores inventan una literatura para niños, con retazos de aquí y de allá, hecha de extractos y resúmenes, alguna vez creando la obra perfecta, despojada de influencias europeizantes y norteamericanas, los niños argentinos leen lo mismo que los niños europeos, y especialmente que los niños españoles, lo que es natural, pues hasta 1816, fecha de la Independencia Nacional, todo lo que en Argentina se recibe viene de España.
Los niños leen fábulas de Iriarte y de Samaniego, Fedro y Lafonteine, alguna vez en versión argentina de Domingo de Azcuénaga, que publica en "El Telégrafo mercantil" (1801 - 1802), y las de Alejandro Real de Azúa.
Sobre todo los niños escuchan los relatos, tan difundidos de "Las Mil y Una Noches".
Las abuelas, las madres, las sirvientas tienen memoria prodigiosa
para las leyendas. Esto por lo que se refiere a la literatura culta, del niño
de ciudad, que en las haciendas, en las estancias las voces de los gauchos y
payadores ilustran a los niños como en otro tiempo los juglares con canciones y
romances. Claro que también llegan los ecos a la ciudad.
Leyendas folklóricas argentinas, fábulas de animales acriolladas,
nutren al niño.
Hemos de reconocer que el niño escucha con enorme interés y
encanto a los trovadores argentinos de la Pampa, y que la gracia popular y el
verso romanceado del cantor, con sus raras comparaciones, impresionaba su
imaginación (...)
Más de un consagrado poeta dirá después que el "Martín
Fierro" y el "Fausto" de Estanislao del Campo fueron compañeros
inseparables de su adolescencia.
Así, pues, en una historia de la literatura infantil argentina entra
con derecho José Hernández (1834- 1886), como en los orígenes
de la española se incluyen a Berceo con sus "Milagros" y al Marqués
de Santillana con sus "Proverbios a su hijo".-
José Hernández representa el elemento autóctono argentino. Es el
creador del largo poema épico de "Martín Fierro".- (...)
Nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires, desde muy joven recorrió las estancias, dedicado a la compra y venta de ganados, y así aprendió a convivir con los gauchos y los indios, y a conocer su vida y sus canciones (...)
Nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires, desde muy joven recorrió las estancias, dedicado a la compra y venta de ganados, y así aprendió a convivir con los gauchos y los indios, y a conocer su vida y sus canciones (...)
En la línea de los escritores gauchescos, que fueron los
precursores, Hilario Ascasubi (1807 - 1875) autor de "Santos Vega o los
Mellizos de la Flor" y "Paulino Lucero o Los gauchos del Río de la
Plata", publicó José Hernández "El gaucho Martín Fierro",
teniendo tan extraordinario éxito que le obligó a escribir su segunda parte:
"La vuelta de Martín Fierro" (1879).
El poema es una especie de epopeya original escrita en el lenguaje
del pueblo. El protagonista es el gaucho, el hombre de la pampa. La
experiencias, aún las más amargas del gaucho, se condensan en consejos de sana
filosofía. Bardo inspirado y analfabeto, tiene el don de la improvisación,
heredado de generaciones anteriores instruídas en la tradición oral.
De la garganta del gaucho, como del coplero español, como del
payador uruguayo, tan próximos a sus costumbres, brota la rima borboteante,
aguda y verdadera, sentenciosa e intencionada, sin que la gracia y la malicia
traten de encubrir la pena.
Desde niños, los argentinos y los uruguayos han admirado a estos
cantores del pueblo, en corrillo embelesado, y justo es que en una antología
infantil anotemos las coplas de Martín Fierro, ya que según él:
Y si canto de este modo,
por encontrarlo oportuno,
no es para mal de ninguno,
sino para bien de todos.
El fabulista criollo aprovecha su experiencia de pícaro, muchas
veces, para darnos la lección.
La importancia de Martín Fierro como poema nacional y popular hace
que en la actualidad sea necesario un "Martín Fierro" adaptado a los niños,
es decir, una selección de las más representativas cuartetas (...)
En la literatura infantil argentina deben considerarse como
elemento formativo los cancioneros populares y tradicionales, y muchos más los
cancioneros infantiles. Enorme riqueza de cancioneros existe en la actualidad
gracias a la diligencia y el gusto de los recopiladores.
Así el "Cancionero rioplatense", de Jorge Furt; el
"Cancionero popular cuyano", de Juan Dragui; las "Coplas y
cantares argentinos", de J, L. Lanuza; el "Cancionero tradicional
argentino" (seleccionad para uso de los niños); las "Canciones y
danzas tradicionales para niños de las escuelas", de Isabel Aretz; el
"Cancionero de Santiago del Estero", de Orestes di Lullo, y los
numerosos cancioneros recogidos por el gran folklorista Juan Alfonso Carrizo,
autor de la gran historia del folklore argentino.
Los magníficos Cancioneros de las provincias argentinas de Salta,
Jujuy, Tucumán, La Rioja, Catamarca, son mina riquisima para los niños, de tal
modo que el propio autor ha editado "Antología didáctica de cantares
tradicionales", para uso de las escuelas, y prepara "Rimas y juegos
infantiles tradicionales". El autor en sus canciones trata de establecer
la filiación de los cantares recogidos y reconoce que: "Si bien los romances,
las rimas infantiles y las oraciones son, en su mayoría, españolas, las glosas
y las coplas no lo son en igual grado".
Una persona conocedora del folklore infantil español reconocerá
enseguida, tanto en Argentina como en toda Hispanoamérica, desde Chile a
Santodomingo, las rimas famosísimas de "Arroz con leche, me quiero
casar", "A la una saltaba la mula...", y cien más propias de las
rondas y juegos infantiles, que ahora pertenecen a todos los pueblos que hablan
el español.
En la "Antología folklórica para las escuelas", de la
editorial Kraft se hace un considerable y logrado esfuerzo de introducción del
folklore nacional en la enseñanza, modelo de didáctica para otras naciones.
El eminente Ismael Moya escribe para el Consejo Nacional de
Educación las "Adivinanzas criollas", una selección para las
escuelas, pues considera la adivinanza como factor pedagógico, formativo y como
un medio ameno de enseñanza.
En su libro "Adivinanzas tradicionales", con un estudio
sobre esta especie folklórica, recoge más de quinientos cincuenta ejemplos
supervivientes en la memoria popular argentina. este es el resultado final de
aquellas famosas "adivinanzas rioplatenses", de Lehman Nietzsche.
El consejo didáctico de Educación resolvió la difusión del
folklore, considerando que "en nuestras escuelas no se cultivan los
elementos folklóricos, a pesar del enorme poder de sugestión que tiene en los
niños..., se desestima así el rico material de fabulario autóctono y el
refranero popular".
El personal de las escuelas contribuyó a la recopilación de
leyendas, cuentos, relatos imaginarios, narraciones de sucesos reales, fábulas,
anécdotas, cuentos animalísticos, adivinanzas, rimas infantiles, villancicos,
destrabalenguas, bailes, etc.-
Todos estos esfuerzos serán seguidos en la misma Argentina por
autores como Julio Aramburu, que publica "El folklore en los niños",
selección de juegos, rondas, canciones, cuentos y leyendas (1940), y el
conjunto de cuentos titulados "Las hazañas de Pedro de Urdemalas"
Pedro Urdemalas es el protagonista de una comedia cervantina,
pícaro astuto cuyas aventuras y argucias regocijaron a nuestros antepasados,
grandes y chicos. El tipo pertenece al folklore popular, como las figuras del
Rey que rabió, Mari Castaña, Juan Sin Miedo y tantos otros (...)
A Pedro Urdemalas se le conoce por muchos nombres: Pedro el de
Malas, Pedro Malasartes, Urdimalas y hasta Pedro Animalas.
El interés por el folklore argentino perteneciente a la tradición
oral, recogido por folkloristas eminentes, pasa a enriquecer la literatura
infantil, del mismo modo que ha sucedido en otros pueblos como Portugal y
Brasil, con las recopilaciones cuentísticas de Theofilo Braga y Silvio Romero.
Así la recopilación de Juan B. Ambrossetti (1865 - 1917) "Supersticiones y
leyendas" (1917) abre el camino a posteriores escritos dedicados a los
niños (...)
Con clara conciencia de lo que podía significar la recopilación de
narraciones del país, escribe Ada María Elflein las "Leyendas
argentinas", por la misma época, que se hicieron famosas entre los niños,
y fueron libro preferido de la infancia argentina.
El escritor Ricardo Rojas, a los viente años, empezó a publicar en 1905, como folletín, en un periódico "El país de la selva", que dos años más tarde se publicó como libro.
Varios capítulos de este libro figuraron en casi todas las
antologías escolares.
El autor dice sobre su propio libro: "Me han preocupado tanto la verdad del detalle como la precisión de la forma. Para conseguir lo primero he renovado la emoción de mis recuerdos de niño, he viajado con pasión por la selva descrita".
El autor dice sobre su propio libro: "Me han preocupado tanto la verdad del detalle como la precisión de la forma. Para conseguir lo primero he renovado la emoción de mis recuerdos de niño, he viajado con pasión por la selva descrita".
Este libro folklórico recoge costumbres y tradiciones y
supersticiones de la selva, como "El toro- diablo", "El
íncubo", "El ranuturunco", y relatos extraños como "El
Kakuy", "La mul´ánima", escritas en prosa decorativa,
modernista y recargada con palabras difíciles y argentinismos. En la
época de los raros modernistas, que gustan y se complacen con el mito y la
fantasía, se explica la riqueza de la colección. Lo folklórico es una
fuente de inspiración literaria, como para Rubén Darío lo fueron los relatos
orientales que determinaron sus bellos cuentos de "Azul".
Muy largo sería enumerar a todos los autores que han contribuído a
enriquecer la literatura infantil argentina con material folklórico.
Mencionemos a Alberto Franco y sus "Leyendas de Tucumán" (1944), que
es una recopilación en forma didáctica de las leyendas tradicionales del país,
a Susana Chertudi y los "Cuentos de la tradición oral argentina"
(1960), a Jesús María Carrizo con sus "Cuentos de la tradición oral
argentina", recogidos en Catamarca y Corrientes, y a Berta Elena Vidal de
Battini con sus excelentes "Cuentos y leyendas para niños".
Quede, pues, claro, que en el enriquecimiento de la literatura infantil
argentina desempeñan un papel muy importante educadores y folkloristas, con
sentido moderno y gusto por lo popular.
III
Los poetas – Leopoldo Lugones y “El libro de los paisajes”.-
José Sebastián Tallón y su obra para los niños: “Las Torres de Nuremberg”.-
Rafael Jijena.- Germán Berdiales, Fryda Schulz de Mantovani.
A finales del siglo XIX publicaba Fray
Mocho en “Caras y Caretas”, fábulas inspiradas en el folklore argentino, de
modo que las antiguas formas clásicas se remontaban con el nuevo contenido
americano.
El fabulario tradicional seguía
transmitiéndose a la infancia, utilizado como didáctica y entretenimiento, al
tiempo que el son de la tierra y los aires populares iban creando un fabulario
gauchesco, que más tarde alcanzará su mejor expresión en las “Fábulas de la
pampa y la selva”, de Héctor Pedro Blomberg (1946), en donde los animales, a la
manera de Martín Fierro, hablarán un lenguaje entreverado de sabiduría castiza.
Aunque por este tiempo no hay poetas que
escriban expresamente para los niños, porque la literatura infantil es todavía
género desconocido, de la obra poética de algunos escritores pueden
seleccionarse fragmentos y poesías completas que parecen escritas para la
infancia. Así del muy argentino y grande Leopoldo Lugones (1874 – 1938), todos
los retratos de pájaros incluidos en “Alas” de “El libro de los paisajes”. El
chingolo, la cotorra, el federal, el pájaro carpintero, el jilguero, la
tijereta revolotean infantilmente descritos por la sabia pluma del poeta,
embelesado como un niño en el revuelo de los alados personajes.
La gracia saltarina de “La perdiz”, el vuelo casi invisible del minúsculo picaflor, la sorpresa del ataja- caminos, el descarado loro que sabe cantar un tango entero, el halcón pensativo y penetrante, la tórtola montaraz y el hacendoso hornero permanecen en el mundo infantil como pequeñas miniaturas animalísticas (…)
En 1925 un joven desconocido en el mundo
de las letras, José Sebastián Tallón (1904- 1954), publica en Buenos Aires un
libro de poemas titulado “La garganta del sapo”. El poeta solo tiene veinte
años y habla de su infancia en Buenos Aires. Los personajes de algunos poemas
son tres muchachos de la villa. El poeta exalta lo minúsculo de la ciudad,
canta al gorrión y hace hablar al sapo.
Dos años después, en 1927, Tallón publica
“Las torres de Nuremberg”, libro enteramente dedicado a la infancia y cuajado
de motivos infantiles. Estos versos para niños contribuyen de modo definitivo a
la creación de la literatura infantil argentina (…)
J. S. Tallón, en el pórtico de su libro, explica el título a los niños:
Esta que llamo Nuremberg no es
La ciudad fabulosa de Alemania,
Sino la otra Nuremberg que tiene,
Para sus torres la primera infancia.
… … … … … … … … … …
Esta ciudad, amigos,
Es la más linda y más lejana.
Tiene mil años y quinientas torres
Y en cada torre suena una campana.
Es la ciudad ideal de la infancia, de los
cuentos maravillosos, y en ella viven viejecitos, como Don Regalo y la
bondadosa madre de los pájaros.
El poeta escribe sobre el sapito glo –
glo:
Nadie sabe dónde vive.
Nadie en la casa lo vió.
Pero todos escuchamos
al sapito: glo, glo, glo…
… … … … … … … … … …
¿Dónde canta, cuando llueve,
el sapito glo, glo, glo?
¿Vive acaso en la azotea?
¿Se ha metido en un rincón?
¿Está debajo de la cama?
¿Vive oculto en una flor?
Estas preguntas encuentran eco en el
lector infantil. No se ha escrito en vano. Una lectora de seis años escribe al
poeta, según nos refiere F. Schulz de Mantovani: “Escribo para decirle que yo
sé donde está el sapito. Está escondido atrás de un hongo en el jardín”.
Tallón incluye adivinanzas, una divertida
canción en jerigonza, historias de gotas de agua y canciones de la lluvia en el
paraguas.
El mismo poeta ilustra sus poemas con
dibujos encantadores, de líneas redondeadas y colores nítidos.
Poco antes de publicarse estos libros
otro educador y poeta, Germán Berdiales, escribe “Las fiestas de mi escuelita”
(1924). Si la vida de Tallón se truncó pronto, Berdiales, en cambio, consagra
su larga y afortunada vida a la literatura infantil. A partir de la publicación
de su primer libro se suceden los escritos para niños, especialmente para
párvulos.
Con lenguaje muy sencillo, muy claro,
escribe “Joyitas” (1930), “La canción de cuna” (1937), y emprende una serie de
publicaciones antológicas y de estudios sobre el género.
En su antología “Nuevo ritmo de la poesía
infantil” (1943) nos ofrece una amplia selección de la poesía hispanoamericana,
con abundante muestra de la poesía argentina. “El arte de escribir para los
niños”, “El cuento rioplatense”, “El alegre folklore de los niños”, “Leyendas
nuestras” y “Lecturas para la niña que se hace mujer” son esfuerzos notables
por esclarecer y agradar los límites del género infantil (…)
Hacia 1930 la poesía infantil argentina
se vivifica con el descubrimiento y la revalorización del folklore. Muchos
escritores, que a la vez son educadores, se inspiran en el folklore de los
niños, con lo que se logra el ideal: la poesía popular de los poetas cultos,
como es el caso de Lope, García Lorca…
Rafael Jijena Sánchez publica su “Verso simple”, cuya simplicidad tiene más de estilización sabia que de ingenuidad. El maestro en contacto con los niños y el folklorista que recorre los campos y las provincias sabe cuánto disfrutan los niños con las rimas del folklore infantil. ¿Por qué no dárselas transformadas en obra de poeta?
Así escribe “La luna y el sol”, “Hilo de oro, hilo de plata”, que
luego pasarán a la bella antología de
su obra poética “Ramo verde”.
Jijena publica, además, una antología de
cantares tradicionales que puede servir para los niños, y como cuentista “Los
cuentos de mamá vieja” (1946), “Don Meñique”, “De oír y cantar” y una colección
conteniendo las quinientas mejores adivinanzas, titulada “Adivina, adivinador”.
Obra meritoria la suya, de gusto y amor a la mejor literatura popular.
Casi al tiempo, el romance, nunca
olvidado, vuelve a prender en los poetas argentinos. Luis Cané (1897) escribe
el “Romancero de niñas” (1932) y “Nuevos romances y cantares de la Colonia”,
siendo el primer libro como anticipo de su gran “Cancionero de Buenos Aires”
(1937). En todas las antologías se cita el famoso “Romancero de la Niña Negra”,
con la que no quieren jugar las niñas blancas y luego juegan los ángeles (…)
Arturo Capdevila (1889), el inolvidable
autor de “Córdoba del recuerdo”, a raíz de una petición que tiene para
colaborar en la prensa para una conmemoración patriótica, empieza a escribir
romances.
El poeta, aficionado a espigar en la
historia el alma de los viejos tiempos, narra la historia desde la época de la
Independencia hasta la caída del tirano Rosas. Y evoca en los romances de la
patria los sucesos de la epopeya argentina. Pronto estos romances se
representan en la escena y se recitan en los colegios, y se hacen tan populares
que son escenificados por niños y jóvenes (…)
El Romancero de Capdevila pertenece,
pues, a la literatura infantil, y como en todas las buenas obras literarias
goza de la ambivalencia, pues sirve a grandes y pequeños al tiempo.
Una vez que los senderos están abiertos,
una promoción de poetas camina por ellos. Alfredo Buffano (1895 – 1950) escribe
“Poemas para los niños de las ciudades” y “Romancero” (1932); Juan B. Grosso, “Cantos y rondas
infantiles para jardines de infantes”; Ida Réboli, Julia
Bustos, José Constela, Marcos Leibovich, José María Palmeiro, Rafael Obligdo
realizan obra considerable. Entre ellos destaca Fryda Schulz de Mantovani, de
obra varia, e interés constante por la literatura infantil.
En 1934, con “Los títeres de Maese Pedro”
y “Marioneta” (1935), la escritora se dirige a los niños. Luego publicará el
libro de poesía “Navegante” (1940), con rimas fáciles, y en 1949 “El árbol
guarda – voces”, que incluye el “Autillo sacramental de la Morenica”, muy
bueno, inspirado en los versos de Lope de Vega y en la tradición del teatro
clásico español religioso.
La autora conoce bien el mundo de los
niños y a los autores infantiles. Ha dirigido la Revista “Mundo Infantil”, y
gusta de escribir sobre temas de literatura infantil. Su libro “Sobre las hadas”
reúne excelentes ensayos sobre sus escritores favoritos, los maestros del
género, como son Giambattista Basile, Perrault, Andersen, los hermanos Grimm,
Selma Lagerlof, L. Carroll, Julio Verne, José Martí, y estudia los arquetipos
de Robinson, Gulliver, Pincoho y Peter Pan.
Fryda Schulz de Mantovani ha publicado
muchos artículos en la prensa sobre el género infantil, ha organizado los
festivales de Necochea, y su obra de escritora refleja el interés que la
infancia y la juventud argentina y la de todo el mundo le merecen. Si son
valiosos los precursores, mucho más lo son los continuadores que promueven
obras y mantienen vivo el interés por la literatura infantil. A éstos pertenece F. S. de Mantovani.
Inés Malinow, Angel Mazzei, Ricardo A.
Molinari, Pedro Juan Vignale han escrito poesía para los niños, Alfonsina
Storni, ocasionalmente, también escribió para ellos, y es lástima que no escribiera
de un modo permanente, pues tanto sus poemas como la pieza de teatro infantil “El
Dios de los pájaros” tienen la poesía que requiere la infancia. Que las grandes
escritoras escriban para chicos dignifica el género infantil, más de una vez
abandonado en manos de especialistas sin dotes artísticas.
Emma de Cartosio, la autora de “Elegías
analfabetas” y de “El arenal perdido”, alterna su producción con libros
dedicados a los niños. Ha escrito “Tonti- canciones para Grillito”, un libro ni
para chicos ni para grandes, como ella misma dice. Pero un libro que es para
niños como aquellas “Canciones”, de F. García Lorca, que también sirvieron a
los mayores.
Al
leer las canciones tontas, las tonticanciones de Emma de Cartosio, después de
conocer sus libros anteriores: “Antes de tiempo” (1950), “Madura soledad”
(1948), se confirma lo que siempre pensamos: el escritor de niños debe ser,
ante todo, escritor, como lo fueron Tolstoi, Gorki, Gabriela Mistra,
Rabindranath Tagore, Horacio Quiroga y tantos más (…)
IV
El teatro infantil.- Javier Villafañe y
los “Títeres de la Andariega”.- María Elena Walsh.- El teatro en la escuela.
Los poetas, más de una vez, han escrito
cuentos para niños, como es el caso de E. de Cartosio, Berdiales, F. Mantovani,
etc…, y se han acercado al arte teatral con éxito completo.
El teatro infantil por antonomasia es el
teatro de títeres. Títeres en la escuela, títeres en casa y títeres en la calle
(…)
(…) En Argentina es precursor de los
títeres ese Maese Pedro quijotesco: Javier Villafañe, famoso en todo el país
por sus “Títeres de la Andariega”, compañía teatral ambulante que alegró a
todos los niños con su alagarabía multicolor y las gracias dicharacheras de sus
muñecos.
Andariego, ambulante como los antiguos
juglares que armaban su tabladillo por calles y plazuelas, Javier Villafañe,
inspirado en la titerería popular, gesticulante, onomatopéyica y graciosamente poética,
de verso breve, es un niño más que juega con sus muñecos (…)
Javier Villafañe ha realizado una gran
obra con su teatrillo y sus publicaciones: “Coplas, poemas y canciones” (1938),
“Teatro de títeres” (1943), “El Gallo Pinto” (1944), “Los niños y los títere” (1944),
y con la bella y acertada recopilación del “Libro de cuentos y leyendas”
(1945), ilustrado con dibujos de niños de las escuelas primarias (…)
La personalidad de María Elena Walsh
destaca en estas actividades. Como Villafañe, es autora y juglar a la vez. Su
producción, que comienza en 1947, con “Otoño imperdonable”, “Apenas viaje”
(1948) y las “Baladas con Angel” (1951), se completan con la publicación de
poesía “Tutú Marambá”, alegremente cantarina y alocada, con rima infantil que
brinca y hace cantar a los niños. El ritmo breve y musical de sus poesías,
llevado al escenario, es teatro infantil de la mejor clase (…)
Con ilustraciones de Sara Conti (Chacha)
Bs. As. Plin editora, 1960
V
Cuentos y novelas.- Hugo Wast y “Alegre”,
novela para jóvenes.- Benito Lynch y “El potrillo roano”. – Ana María Berry y “Las
aventuras de Celendín” y otros cuentos.- Más autores argentinos
En la variada producción argentina de
cuentística infantil y novela juvenil, aunque no hay exceso, hay calidad. Muy
pronto, casi a principios de siglo, un escritor muy conocido aunque no siempre
estimado, Gustavo Martínez Zubiria “Hugo Wast”, publica una novela, su primera
novela, que es propiamente un libro para niños. Se titula “Alegre”. El autor
dice de ella: “Alegre, es el relato de aventuras de un niño y, como y como tal,
la mayoría de sus lectores han sido y serán los muchachos de doce a dieciocho
años. He comprendido que tenía que despojar a “Alegre” de un exceso de
sentimentalismo que lo hacía malsano para ciertas imaginaciones.
Ha sido la parte más agradable de mi
tarea: dar más virilidad a la figurita romántica de un pequeño héroe.
Quiero que este relato sea un buen
ejemplo de amistad pura y de abnegación, y no un pobre episodio lacrimoso y
disolvente”.
La novela está en la línea de las novelas
de noble humanitarismo, como “La cabaña del tío Tom”, “Corazón” y otras…
En 1942 Benito Lynch publica el cuento
largo “El potrillo roano”, admirablemente escrito, que interesa al lector
infantil tanto como al adulto.
Los
“Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga, publicados en Buenos Aires,
son un hito en la literatura infantil argentina, aunque el autor es de
nacionalidad uruguaya y pertenece a la literatura de su país. Quiroga escribe y
publica en Buenos Aires esos cuentos extraordinarios, vividos y observados del
natural, donde los animales del territorio de Misiones son mejores y peores que
el hombre y hablan de cosas asombrosas en medio de la selva donde tantos años
vivió el autor, ese extraño personaje, hombre bueno y puro para los niños, y
decadente y alucinado para los adultos.
La estudiosa y conocedora Dora Etchebarne establece la cronología de los
cuentos publicados en Argentina en su libro “El cuento en la literatura infantil”.
Su maestra Martha Salotti, amiga y
discípula de Gabriela Mistral, experta en educación y literatura infantil,
publica una serie de cuentos con el título de “Juguemos en el bosque”.
Interesantísimas con sus experiencias con niños recogidas en el libro “En
enseñanza de la lengua”, en que se da especial realce a los elementos afectivos
del lenguaje.
Ana María Berry es autora de “Las aventuras de Celendín y otros cuentos”. Con notable acierto la escritora comprende el enorme interés que tiene ambientar las aventuras de su joven protagonista en la Pampa y en la selva del inmenso territorio argentino. El elemento nativo da gracia a la narración, las consejas indígenas colorean el itinerario de la viajera Celendín. La autora escribe muy bien, con estilo sobrio y jugoso (…)
Guillermo Hudson publica en 1946 “El niño
perdido”; Hortensia Raffo, “Cuento de Nochebuena y Reyes”; María Granata, “El
gallo embrujado y otros cuentos” (1956); Ricardo Pose, “Leyendas negras para
los niños blancos” (1946); Juan Manuel Cotta, “Leyendas y episodios de la Pampa”
(1944) y “Cuentos de Mingo Revulgo”; Carmen Pacheco, “Nuevos cuentos de la
estancia” (1945).
La
obra divulgadora de Constancio Vigil merece una mención especial,
aunque en la
actualidad parezca anticuada. El autor de “El erial”, que ha dedicado
páginas a
los niños en “La educación del hijo”, realizó una obra simpática de
divulgación
cuentística en las magníficas publicaciones de la editorial Atlántida,
ilustradas por Federico Ribas: “Los Chanchin”, “La familia conejola”,
son títulos que han sido leídos por muchísimos niños argentinos y
españoles (…)
El resumen
de la literatura infantil argentina es alentador. Desde principio de siglo, que
no había nada, hasta 1964, en que todas las simientes han fructificado, y las
editoriales se interesan por las publicaciones infantiles, se ha recorrido un
buen camino. La voz de Sarmiento no clamaba en vano. Tenía razón en persistir
en sus manías (...)
_____________(Material extraído del libro "Historia y antología de la Literatura infantil Iberoamericana", de Carmen Bravo Villasante, Tomo I, editorial Doncel.- Madrid, 1964).-
del escritor Ricardo E. Pose no he podido ver biografía de él.
ResponderBorrarHola Luz, no está incluída su biografía en el recorrido que tomo de la obra de Carmen Bravo Villasante, como dejo constancia al pie... en este caso decidí compartir el material que ella hizo... de todos modos, te dejo aquí un enlace para que puedas acceder a la biografía de Ricardo E. Pose (Ricardo Eufemio Molinari), un abrazo grande.-:
ResponderBorrarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Molinari