La entrevista de hoy, es un encuentro con un hombre "grande" porque no es niño, según él mismo lo dice, y agrega creer que nunca "será adulto"... Porque cuenta con emoción niña cada vez que se presta a compartir una historia, porque las historias viajan de punta a punta del país con él, y más allá también...
Con lo mucho que le cuesta quedarse quieto, hoy logré detenerlo aquí, para que nos cuente, en esta oportunidad, que siente, qué piensa, en este camino hecho todo de palabras, por el que un día decidió andar, y todavía... Compartimos la entrevista con el narrador Claudio Ledesma...
¿Qué es contar, y por qué
elegiste hacerlo?
Elijo contar es lo que me gusta y sé hacer.
No podría hacer otra cosa. Contar es conjurar a la muerte, que es el olvido. Es
dar nombre y existencia a las cosas. Al nombrar las cosas, las cosas existen,
toman cuerpo, se iluminan. Contar, como una lucha y una resistencia a la
muerte.
Gide en su diario dice “contar es poner
algo a salvo de la muerte”. La condena al silencio es, de alguna manera, una
condena a muerte. Porque la palabra es vida (si no hablo, me muero; si no
hablo, reviento). Y hablar es el principal modo de autoafirmación. Y se piensa
porque se habla. Los cuentacuentos somos de hablar. Y no acostumbramos a pedir
por favor la palabra. Ni tampoco la cedemos tan fácilmente. Y nos gusta y nos
divierte inventar nuevas palabras. Y también nos gusta volver a la vida las
palabras que han quedado secas y vacías de tanto mal uso.
¿Cuáles son tus motivaciones
a la hora de seleccionar un cuento?
A mí primero el cuento me suena en la
oreja, y es una forma de buscar mi voz propia. Y soy yo el que cambio al contar
las historias, al buscar mi voz, la misma voz para decir distintas cosas. ¿O
acaso la misma cosa?, la misma historia. Creo que uno toma palabras prestadas,
palabras ajenas porque comparte la idea y el mensaje del autor, pero además -a
nivel inconciente por supuesto-, uno exorciza miedos, angustias y desconsuelos.
Pone en palabras las cosas no dichas, el cuento es la excusa.
Los cuentos me hacen vivir vidas ajenas,
agregarle un cuarto a la casa de la vida y maravillarme, que no es poca cosa a
estas alturas. Tener distintos puntos de vista de una misma cosa.
¿Qué lecturas o autores
forman parte de tu bagaje literario predilecto?
Ahora si pienso en autores, influencias, bueno tengo varios autores preferidos.
En mi adolescencia
-que fue cuando empecé a leer-, me atraparon las obras de teatro. Alejandro
Casona: “La dama del alba”, “Los árboles mueren de pie”, “Prohibido suicidarse
en primavera”, “La cuarta palabra”, “La sirena varada”, etc. En ese orden, eh…
También me gusta
mucho la poesía, sí, me encanta la poesía: Amado Nervo, Evaristo Carriego,
Alfonsina Storni, Juana de Ibarbuoru, Gabriela Mistral.
Pero Graciela Cabal
es mi autora de culto. Julio Cortázar me fascina. Abelardo Castillo es tan
hermosamente cruel… María Esther de Miguel, Marco Denevi, Roberto Fontanarrosa,
entre otros.
Lo principal para
mí, si es ficción, es que los personajes tengan encarnadura. Y el autor me
tiene que seducir, desafiar a que yo lo siga leyendo, me tiene que obligar a no
soltar el libro. Como dice Ana María Machado: “Hay libros que no se merecen que
se haya talado un árbol”.
Viajás mucho, emprendés cada
vez más actividades, impartís talleres y seminarios, dirigís la publicación “Te
doy mi palabra” (www.facebook.com/claudiocuentos) y el Festival Internacional
de Cuentacuentos de Argentina… ¿Hay algún momento de quietud en tu vida?
Como verás no me quedo quieto. Además hago
gimnasia y natación. "Mente sana en cuerpo sano", decían en la
antigüedad. Será por eso que no fumo, ni bebo... ¡Qué aburrido! ¿no? Pero sí,
trasnocho y tengo otros excesos... la lectura por ejemplo y otros que no puedo
contarles, por supuesto.
Que pena que no puedas, esta
entrevista hubiera sido doblemente interesante para todos… jaja… Sigamos
hablando en serio… hablemos del Festival, recordame cómo fue qué se originó ese
proyecto del cual tuve la suerte de participar en su décima presentación…
El Festival Internacional de Cuentacuentos,
Te doy mi palabra, se originó en el ciclo Nuevas Tendencias Escénicas que
desarrollo el Teatro Municipal Gregorio de Laferrere de Morón. Ese fue el marco
y el puntapié inicial para arrancar con el primer Festival que fue a nivel
nacional.
El segundo año ya fue latinoamericano y la
tercera edición Internacional y participaron narradores de América y Europa.
A partir de este año el Festival se llama
“Palabra Mía”.
La propuesta del Festival siempre fue
llevar la narración oral a los escenarios y que el “público virgen” descubra y
conozca este género.
Trabajamos mucho durante el año para lo que
implican la presentación del Festival.
Contamos con el apoyo de municipios,
patrocinantes y sponsores.
Es un arduo trabajo que se ha ido
articulando año a año.
Grupo Facebook https://www.facebook.com/groups/267531216685857/
-¿Y el Círculo de
Cuentacuentos?
El Círculo de Cuentacuentos nació ante una
necesidad.
El oficio del narrador oral es muy
solitario. Es uno con el texto nada más, no contamos con otros actores ni
tenemos una dirección.
Sentíamos la necesidad de juntarnos, saber
cómo cada uno encaraba el oficio, de qué manera. Además grupalmente podía
organizar eventos o crear una revista. De hecho lo hicimos. Eso también no unió
y fue determinante.
Y difundimos nuestro trabajo a través de la
Agenda semanal, que enviamos por mail desde hace ya muchos años. Pueden
solicitarla al mail circulocuentos@gmail.com
¿Qué se necesita para contar
una historia?
Pasión. Ganas de decir y comunicar. Y lo
más importante, tener algo que decir.
Barthes dice: “toda autobiografía es
ficción y toda ficción es autobiográfica”. Quizá, por eso cuento. Acaso se
trate de asegurar la identidad. Acaso se trate de comprender ciertos hechos de
nuestras vidas desentrañando misterios de otras vidas. Acaso se trate de un
intento de recuperación y de reparación de uno mismo.
Los cuentos me hacen vivir vidas ajenas,
agregarle un cuarto a la casa de la vida y maravillarme, que no es poca cosa a
estas alturas. Si no tenés o no te pasa nada de esto, estás frito.
Sé que recorrés escuelas en
este camino de los cuentos convidando a otros, contame algo de esa experiencia…
Mirá, cuando voy a una escuela a narrar,
realizo un pacto con las maestras. Los cuentos que yo narro son para disfrutar,
nada más. Y no falta una que me pregunte: “¿y los chicos no tienen que
trabajarlos después?”. Siempre respondo lo mismo: “no hay mayor trabajo en la
cabeza de un chico que estar callado, con los ojos abiertos y las orejas
atentas. En su cabeza está sucediendo una revolución de cosas”. Posturas como
las de estas maestras han hecho que los chicos creen anticuerpos. Por ejemplo,
cuando estoy por comenzar a contar, los adolescentes, se resisten porque
piensan que después van a tener que separar los personajes primarios y los
secundarios. Muchas veces de esa forma se destruye la literatura. El autor
cuando concibió su obra no lo hizo pensando en los sujetos y predicados. Pero
el cuento es mágico: sucede, seduce, atrapa.
¿Qué hacer entonces, desde tu
mirada, con la literatura en las escuelas?
No creo que se pueda enseñar a otra persona
a leer literatura. Es más bien un contagio que una enseñanza. Contar y leer
literatura es como abrir la caja de Pandora, mirar adentro del cuarto de Barbazul,
encontrar el tesoro de la isla. Quizá el que no lee, no conoce que existe una
caja, el cuarto ni un tesoro. Pero sí podemos mostrarles que existe una caja,
una llave y un mapa, para que él pueda abra la puerta, descubra el tesoro o
abra la caja. Es por eso que me interesa hacer valer mi trabajo como un trabajo
cultural y no educacional.
Sí, pienso que tal vez podría
ser educacional, pero revisando el concepto de de educación, el modo en que lo
utilizamos… tal vez allí radique el problema, en la concepción, en las
distintas representaciones que acaban definiendo las prácticas muchas veces…
para pensar largo… ¿no?...
Sí, lo que me interesa destacar es la
diferencia entre literatura para niños y libros para niños. No me ocupo los
libros didácticos y escolares. Tampoco de los libros juguetes, que pueden ser
lindos, pero que no tienen nada que ver con el arte de las palabras. Sólo me
ocupo de la literatura, de los textos que tratan de cuestiones fundamentales de
la condición humana, que no intentan dar respuestas, sino que proponen, por el
contrario, nuevas indagaciones sobre la experiencia humana; libros que utilizan
el lenguaje de una manera poética, explorando su ambigüedad y complejidad,
proponiendo una pluralidad de significados; textos que pueden ser leídos por
adultos con intenso placer literario, pero que también pueden ser leídos por
los niños.
Pienso que la literatura está
en los libros, y también fuera de ellos. Yo no sé si instalaría la diferencia
literatura para niños /libro para niños, aunque entiendo lo que decís… no el
libro como objeto por sí mismo… sino el libro en el que la literatura se
exprese poéticamente, con un abordaje ético y estético que no subestime ni
encasille al lector… entiendo que apuntás a eso, y estamos de acuerdo…
Claro, eso que dice Ana María Machado, de
que la literatura infantil tiene que hablar de todo: amistad, miedo, amor,
muerte, divorcio, política, exilio, la búsqueda de la confianza en sí, el poder
de la imaginación. En resumen, literatura infantil debería ser, aquella
literatura que puede ser leída también por los niños y no exclusivamente por
los niños. Entonces, sería la literatura que incluye a los niños y no la que
excluye a los adultos.
Hablando de niños y lecturas,
contame de tu encuentro con la lectura y las historias en tu infancia…
Yo fui un chico no
lector. En casa había un solo libro y estaba como pata de la cama de mi papá y
de mi mamá. Es decir, no se leía; mis padres son muy humildes, vienen de la
provincia de Tucumán y se conocieron en Buenos Aires. Había otras prioridades y
por lo tanto no se compraban libros. Me regalaron uno cuando tuve paperas, pero
era para pintar, no era literatura.
Pero sí había
historias. Historias de aparecidos que se contaban en el campo.
La que siempre supe
llenarme la cabeza de historias fue mi mamá.
Poco me acuerdo de
la casa de mi infancia, pero sí recuerdo la cocina donde mi mamá, mientras
cocinaba, me decía: “Había una vez una vieja, virueja virueja, de pico
picocuesca de pomporerá…”
Y yo me balanceaba
con la puerta de madera. Puedo describir perfectamente esa cocina, sentir los
olores, escuchar el ruido que hacía la canilla con solo repetir esa historia.
Ese fue mi primer acercamiento al arte de
contar cuentos, desde la infancia, dónde ocurren la cosas de una vez y para
siempre.
Creo que por eso en el fondo soy
cuentacuentos: para solidarizar la literatura y compartirla. Para que a nadie
–y sobre todo a ningún chico- le suceda lo mismo que a mí.
Y ahora soy un lector adicto: leo en
cualquier parte. Me llevo gente por delante en la calle, me paso estaciones en
el subte, ruego que en las esquinas me frene el semáforo para tener cuarenta
segundos más… Necesito recuperar todo el tiempo no leído.
Y nunca se me ocurrió o me propuse ser
cuentacuentos. Estudié teatro y el narrador fue desplazando al actor. Cuando me
quise acordar mi profesión era ésta que elijo hoy, como te decía al principio,
porque me di cuenta que es lo que me gusta, lo que mejor sé hacer y que no
podría hacer otra cosa.
Claudio tenés un cuento de tu
autoría, muy lindo, en el que hablás de “las personas dormidas y las personas
despiertas”... Recordame las características que otorgabas a cada una de ellas…
Sí, las personas dormidas pasan la vida -o
mejor dicho, la vida les pasa- y están como anestesiadas. Pareciera que no les
funcionan los sentidos. En cambio hay personas despiertas. Personas que están
atentas para disfrutar de todo, todo el tiempo. Sus sentidos están alerta. Las
personas dormidas sufren menos, y a veces, por algún hecho importante o golpe,
se despiertan -¿o se despiertan de golpe?-, pero generalmente se mueren y nunca
se enteran de que estaban dormidos. Ni que están muertos se enteran, parece.
Por supuesto que las personas despiertas sufren más, pero disfrutan más porque
viven, no duran.
Bueno, ¿ves? Yo creo que los libros nos
ayudan a mantenernos despiertos. El que no lee no sabe lo que se pierde porque
está dormido.
¿Y qué consejos podrías dar
para no dormir? Es serio que estemos recomendando algo para “no dormir”… espero
no te acusen de insomnio ajeno, porque yo seré tu cómplice… Sin embargo algo me
dice que hacemos bien con la recomendación, así que elijo seguirte… te escucho…
Nooo, no soy de dar consejos porque pienso
que no sirven para nada, cada uno tiene que vivir sus propias experiencias y
aprender de ellas. Tanto en la experiencia de encuentro con la lectura, como
con la de ponerse a contar un cuento. Pero si me gustaría decirles, sobre todo
a los futuros cuentacuentos, que lean. Sobre todo para encontrar y preparar un
repertorio que determine su identidad como cuentacuentos. Generalmente el
narrador que recién se inicia toma cuentos que escuchó a otros narradores. Y
eso no esta mal, porque seguramente le dará su propio sello, pero si se quiere
ser profesional, tendrá que desarrollar su propia identidad. Y eso se consigue
leyendo mucho, buscando material y preparándolo. Seguro que es más fácil
escuchar y tomar cuentos que narra otro. Uno, muchas veces, se ve tentado, pero
lo otro, es un trabajo y si se quiere encarar la narración oral como tal,
tendrá que hacerlo.
Que todos podamos tomar la
palabra, decirnos, contarnos me parece algo maravilloso… de hecho, todos los
hacemos cotidianamente… pero pienso en los narradores que salen de los
distintos espacios de formación: ¿Qué lectura hacés al respecto de la
proliferación de cuenta cuentos?
Vivimos en un época dónde somos
bombardeados por imágenes, la velocidad y rapidez atropellan nuestras vidas. Y
como seres humanos que somos, necesitamos comunicarnos y encontrar un espacio
intimo, dónde uno pueda establecer sus propias imágenes, con su historia. Y
estimo que por eso los narradores orales florecen cada día más.
He tenido el privilegio de
estar en tus clases, a través de los distintos cursos de “Rayuela, el arte de
contar cuentos”, y pude escuchar, aprender en aquel entonces eso que quienes no
participaron de clases, talleres, seminarios de narración oral, quizás no sepan
y siempre es bueno aclarar/recordar: La diferencia entre cuentero, cuentista y
cuenta cuentos…
Los cuenteros narran
sus propios relatos o aquellos que le llegaron por tradición oral, con
indudable eficacia y encanto de manera intuitiva, con sus técnicas propias pero
que no fueron adquiridas explícitamente y que, por lo tanto, difícilmente
podrán llegar a trasladar a otros. Esta modalidad se corresponde con la
actividad de los chamanes, juglares, fabuladores, cuenteros urbanos o
campesinos de todas las épocas.
El cuentista escribe
cuentos y el narrador oral, aun cuando él mismo pueda escribir sus cuentos, en
el momento de la narración oral dice cuentos. El narrador oral sintetiza en sí
mismo todo el relato, el es narrador y personaje. A través del cuentacuentos el
relato adquiere una fuerza de vivencia.
El cuentista posee
sólo las palabras para presentar el acontecimiento, el narrador oral dispone de
la voz, pausas, silencios, gestos, movimientos y expresiones.
Como ha expresado el
narrador mexicano Eraclio Zepeda: “Contar es un oficio solidario, escribir es
un oficio solitario”.
Y el cuentacuentos,
a través de caminos, trabajos, años, él
recibe la palabra. El que ha sabido ver y oír puede escribir en su esencia y
continuar la cadena de transmisores. Pero también el que ha sabido leer, es el
que puede decir; o el que puede contar lo leído es el que se ha dado cuenta,
alimentado de la lectura. Este es el narrador oral cuya materia prima es
principalmente los cuentos literarios o los cuentos populares tradicionales ya
recopilados por otros, su labor no es la de rescate o investigación, sino la de
difusión, por supuesto en ocasiones también podrá contar sus propios cuentos.
Un narrador oral
conoce las técnicas para contar cuentos por haberlas aprendido de forma expresa
y voluntaria. Cualquier ser humano con sensibilidad y el don de la palabra
sencilla, imaginaria, sugerente, fulgurante puede ser narrador oral.
Siempre que te miro pienso:
¡Tremendo cuerpo para moverse tiene su niño interior!, el problema es que el niño
interior – sospecho- es igual de grande. ¿Sos el Peter Pan de la narración?
Soy grande porque no soy niño, pero creo
que jamás llegaré a ser adulto. Pongo demasiada pasión en las cosas que hago,
en todas. No concibo la vida sin pasión. Disfruto todo, todo el tiempo. El
momento en que vivo es el más pleno y siempre tengo la sensación de que lo
mejor esta por venir. Y así sucede. Por eso será que me enamoro todos los días
como si fuera la primera vez y la última.
No vuelvas a decirme eso en
futuras entrevistas, a menos que quieras hablar de amor. ¿Hablamos del amor?...
no, bueno, está bien… lo dejamos para otro momento…
Nos vamos, si te parece, con algo que dijiste alguna vez, algo
tan feliz que lo voy a citar textual:
“Me di cuenta de que soy muy afortunado y siempre
tuve mucha suerte en la vida. Y soy feliz, tan feliz que a veces tengo miedo de
que la alegría no me quepa en el cuerpo. ¿Qué más se puede pedir o soñar?
Entonces, me gustaría pedir que todos sintieran esta alegría loca que me hace
tan feliz”
Gracias por el deseo de esa “alegría
loca” para todos nosotros, y como sos tan feliz y no sé qué desearte, de veras
deseo que tu deseo se cumpla, y entonces podamos festejar todos la alegría loca
de ser así de felices.-
*********
Acerca de Claudio Ledesma:
Representó a la Argentina en los Festivales Internacionales de Cuentacuentos de
Bolivia, Cuba, Chile, Uruguay, Colombia y México.

Creó y dirige el Círculo de Cuentacuentos y la
publicación Te doy mi palabra: noticias de los cuentacuentos. Fue narrador
contratado por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) y la
Dirección General del Libro y Bibliotecas del Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires.
Dictó talleres de narración oral a través de
Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires, en el Instituto
Universitario Nacional del Arte y en Universidades Privadas. Es docente de
narración oral para el Diplomado de Expertos en Literatura Infantil y Juvenil
que se desarrolla en Universidades de Chile, Colombia, Perú y Brasil.
Conferencista y cuentacuentos de Neuroeducación
del seminario “El cerebro lector” impartido en Lima, Perú y Medellín,
Colombia.
Cuentacuentos contratado por la Secretaría de
Cultura y Educación de la ciudad de la Plata.
Es Director del Festival Internacional de
Cuentacuentos Te doy mi palabra, que se lleva a cabo desde el año 2000 y se
desarrolla en Buenos Aires y con sedes en prácticamente toda la Argentina.
Director del Encuentro Cuenta Habana que se lleva a cabo todos los años en la
isla de Cuba. Director de las Jornadas Internacionales de Literatura Infantil y
Juvenil que se realizan en la Biblioteca Nacional.
Claudio Ledesma
Sumamente interesante leer la experiencia respecto de la palabra hecha cuento. Gracias, Claudio
ResponderBorrarGracias Adela, por la visita a esta casa, por tu mirada puesta sobre el espacio de La infinita desmesura y en particular sobre las palabras de Claudio, un abrazo
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